sábado, septiembre 16, 2006

Amor y muerte. Sexo y muerte.

Entierro de Atala
Anne-Louis Girodet de Roussy-Trioson 1808

“Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente”

Reconocí las palabras en cuanto las vi por primera vez. Era una adolescente romántica y en los versos del poeta creí reconocer mi propia voz. Ahí estaba la clave. “Quiero amor o la muerte. Amor o la muerte”. Las susurraba una y otra vez y veía en ellas el sentido de la propia existencia. ¿Para qué vivir si se sabe que la muerte está próxima sino es por amar y ser amados? ¿Acaso tenía sentido este cuerpo y este tiempo que nos había sido regalado si no había una persona, al menos una persona, a la que entregarnos y que se entregara a nosotros? No, aquella adolescente lo tenía muy claro: amor o muerte.

Pero aquella chiquilla de lo que hablaba era de vida, del sentido mismo de la existencia, mientras que esta mujer que soy hoy ha recordado el viejo poema mientras pensaba en la relación del sexo y la muerte. Eros y Tánatos, todo un clásico. Una deliciosa novela “El necrófilo” de Gabrielle Wittkop me ha abierto los ojos a un mundo oscuro, morboso y fascinante.

El marqués de Sade lo conocía bien: "no hay mejor medio de familiarizarse con la muerte que aliarla a una idea libertina".

Brutalidad y desesperación, maldad, depravación. El sexo tiene límites infinitos y temibles. El deseo y la carne puede hacernos más fuertes o destruirnos. Es realidad, vida, y al mismo tiempo sueño y muerte. Perturbación. Actos antinaturales. Violentación. Sometimiento.


Capricho 10 El amor y la muerte
Francisco de Goya 1799

Entrega.

Quisiera morir en tus brazos...
Haz de mí lo que quieras...
Soy tuya, tuya...

La voluntad de poseer por entero al objeto amoroso. Amor o muerte. Violencia. Y quien lo entiende mal, estúpidos amantes cerriles, prefieren matar al amado antes que perderlo. Pero no es eso de lo que hablo, sino del placer. Del abandono voluptuoso a la perdición, el goce, difuminar nuestros propios límites, borrarlos. La pequeña muerte, le petite morte. Abandonarse al descontrol, la locura.

Me pierdo por la red y releo fragmentos de viejos libros olvidados en mis estanterias. La fascinante "Historia de O", el catálogo de extrañas fijaciones sexuales que dibujó Krafft-Ebing a finales del XIX, la biografía de psicópatas reales que violaron, mataron, mutilaron y gozaron de las perversiones más macabras como Henry Lee...

Un escalofrío recorre el cuerpo y es imposible saber si lo origina el miedo o el placer. ¿Atracción o repulsión?

Para Sade, nada detiene el libertinaje: " la verdadera manera de extender y multiplicar sus deseos es querer imponerle límites...no hay nada que lo contenga".

Sin límites, sin contención... No es de extrañar que haya tanta gente aterrada ante la idea de dejarse llevar. ¿Quién sabe qué oscuras zonas de sus mentes saldrían a la luz?

3 comentarios:

Clarita dijo...

Es curioso pero justo ayer compré un libro que en cierta manera habla de esto.Se titula sobre el amor y la muerte de Patrick Suskind y me ha hecho pensar mucho.La verdad es que me reconozco en tu post,quiero decir que yo también era aquella adolescente que pensaba amor o muerte y que ahora más bien concibe el placer asociado al libertinaje,cuanto más transgresor tal vez más placentero puede resultar aunque todo depende del limite que cada uno se imponga.

Esther Hhhh dijo...

El problema radica justo en tu última frase "hay tan pocos que se dejan llevar..."
Estaría bien que lo hiciéramos todos y todas, probablemente habría menos desamor..
Besos

Galahan dijo...

Está bien dejarse llevar.
Pero en ciertas cosas, es tan importante como el saber volver.

Aunque de todo se aprende!