domingo, noviembre 18, 2007

La teoría de los pilares.

La Rueda de la Fortuna
Edward Burne Jones 1891


Debí leerlo en algún sitio y sin darme cuenta hice mi propia adaptación. Es una de esas teorías absurdas que parecen sacadas de un libro de autoayuda; sin embargo esta se me quedó grabada por alguna razón. Se supone que la felicidad de una persona se sostiene sobre cinco pilares. Por supuesto no todo el mundo puede contar con los cinco, eso sería un edificio vital asentado de manera extraordinaria. La mayoría hemos de conformarnos con menos.

Los pilares son cinco: el amor romántico, pareja; amigos; família de sangre; vida profesional y económica; aquellas pequeñas cosas que nos hacen ser como somos y nos llenan de alegría. En mi caso una novela victoriana, una taza de té calentito en invierno, un refugio agradable, mi gatito cuando estaba...

Hay quien limita sus pilares y apoya todo el peso en unos pocos: la pareja y la vida profesional, por ejemplo. Deja la amistad en un segundo plano y medio entierra aquellas aficiones que le daban vidilla. Deja las clases de italiano y no vuelve a bucear o a salir a la montaña. Esto es muy peligroso porque uno se empobrece y además se sitúa en una posición de riesgo. Si pierde el trabajo o la pareja se rompe, la persona se hundirá como una piedra.

Ahora no sé cuantos pilares tengo. El pequeñajo está aquí conmigo, eso es cierto, y sin él no podría hacerlo, me hubiera hundido hace tiempo. De hecho, es probable que ni siquiera me hubiera atrevido a venir a Madrid. Pero no me basta. Aunque sé que están ahí, en Valencia, echo de menos a mis amigos, e incluso a mi família. Echo de menos a los niños. Echo de menos mi trabajo. Me siento sola aquí. Pero todo saldrá bien, lo sé, antes o después encontraré trabajo y con un pilar más todo resultará más sencilo. Mientras tanto, odio que me digan que aproveche el tiempo, que no me queje, que yo valgo mucho, que estoy aquí porque quiero. Añade una vaga sensación de culpa a la mezcla y eso lo detesto. Todo saldrá bien. Pero a veces parece que nunca vaya a levantar cabeza.

viernes, noviembre 16, 2007

¿Por qué he de acostarme debajo de tí?

Lady Lilith
Dante Gabriel Rossetti 1868
"Adán y Lilit nunca hallaron armonía juntos, pues cuando él deseaba tener relaciones sexuales con ella, Lilit se sentía ofendida por la postura acostada que él le exigía. «¿Por qué he de acostarme debajo de ti? —preguntaba—: yo también fui hecha con polvo, y por lo tanto soy tu igual»-"

Yalqut Reubeni (colección de comentarios cabalísticos acerca del Pentateuco, recopilada por R. Reuben ben Hoshke Cohen)
Vaga por las fronteras del exilio desde entonces, en los márgenes de los malditos. Fueron dos sus pecados, dos sus delitos imperdonables. Tan terribles que no sólo le valieron la expulsión del Paraíso, sino también la de la historia y el mundo de los justos. Ahora ya no es ni un nombre ni un recuerdo; sólo sombra en la noche y sueño lúbrico. Cabello rojo flotante; mirada húmeda.

Cuentan, es leyenda, que antes de que el dios hebreo creara a Eva, creó a Lilith. Ella no provenía de ninguna costilla, sino que fue creada a imagen y semejanza de su hacedor, al igual que lo fue Adán. Cuenta la leyenda, dicen, que Lilith se enfrentó al varón: él la quería sojuzgada y ella se negó. Por ello se marchó, y por ello, ese dios masculino de barba blanca hubo de darle una nueva compañera a Adán.

Pero antes de marcharse, ella pronunció el nombre del dios que la había creado. Creyó tener derecho no sólo a su cuerpo sino también a la palabra. Ese dios de los hombres no se lo perdonaría nunca.

Lilith
John Collier 1892


Dios quiso borrar a Lilith. Como los faraones que castigaban borrando el nombre de los malditos de la piedra, el castigo divino fue la casi completa desaparición de Lilith de la historia. Dios, o los hombres que actuaron en su nombre. Sólo se la menciona una vez en la Biblia, Isaías 34:14, aunque parece que la referencia no resulta demasiado clara y depende de la traducción.

La sombra de Lilith fue arrastrada por el barro, lo poco que quedó vivo de ella fue manchado. Hoy se relaciona a Lilith con toda suerte de horribles leyendas y se la retrata como un monstruo ávido de sangre o semen. Como un demonio que raptaba a los niños de sus cunas por la noche, como la madre de los súcubos, como la amante de Satanás.

Pero ya hay quien ha tratado de rescatar la figura y leyenda de Lilith. Los góticos la consideran la primera vampiresa y por su rebelión hacia Adán, algunas feministas la han señalado como un símbolo de la liberación sexual femenina y de la lucha contra el patriarcado.

Sea como fuere, me gusta la leyenda de esta mujer orgullosa y altiva convertida en demonio. Ya escribí sobre ella, siempre la he considerado mucho más interesante que la pacata y castigada Eva. La primera mujer de la historia, la primera "desaparecida" de la historia. Tomen todas las mujeres el nombre de Lilith. Reivindiquemos como ella nuestro derecho al cuerpo y la palabra.

sábado, noviembre 10, 2007

Camille.


Ella le vio nada más entrar en el taller. Todo su cuerpo emanaba fuerza, pasión. Era un maestro, un genio, el mejor de los artistas del momento. Ella era una semilla que vibraba con la energía que aún había de desarrollarse. ¿Qué vio él en ella? Ojos verdes sin duda, belleza dorada, juventud. No sería hasta más tarde cuando él descubrió que en ese cuerpo menudo y frágil se hayaba una artista arrasadora. Para entonces ya eran amantes, lo fueron desde el primer día.

Ella apenas tenía veinte años; él, décadas más. Él era el primer amor de una joven ardiente; ¿qué sería ella para él? Era un hombre casado, con una amante fija, promiscuo. La humillaba dentro y fuera de estudio. Le prometía que se iba a divorciar.

Nunca lo hizo.

Ella fue la mejor alumna que un maestro pueda desear. Aprendió rápido y bien. Quizás demasiado para el ego de un artista temeroso de encontrar en su propio taller quien le arrebatara la corona. Así que durante diez años él la ninguneó en el estudio y escondió su talento a los ojos del mundo. Presentaba como propias obras que habían surgido de las manos de su joven amante. Y ella, mientras tanto, loca de amor. Le suplicaba que dejara a las otras, a su mujer, a su amante, que se quedara sólo con ella, que fueran felices los dos sólos al fin. Pero él la humillaba públicamente. Se pavoneaba con otras mujeres ante ella.

Y entonces, ocurrió.
Quedó embarazada y el mundo se detuvo.


Él le prometió que las dejaría, que por fin serían una pareja feliz, que por fin ella sería la única mujer de su vida. Ella lloró de alegría antes del saber el precio que iba a tener que pagar si quería su sueño hecho realidad: el aborto. Y abortó. Por amor a él.

Pero era una nueva mentira.
La definitiva.

Él no dejó a las otras mujeres y fue Camille quien se marchó. Rota. Una mujer resquebrajada. Se encerró en su propio estudio. De sus manos nacían cabezas de niño, en sus manos de artista paría a su hijo muerto. Rompió una tras otra sus nuevas esculturas de niños. Los vecinos la oían aullar día y noche. Aullaba de dolor, pobre alma rota, mientras con sus manos trataba de dar vida a quien se la había quitado.

Un día echaron la puerta abajo y se la llevaron. Al manicomio. La encerraron durante treinta años. Nunca volvió a esculpir. Su amante la dejó pudrirse en vida.

Hijo de puta.

martes, noviembre 06, 2007

Aquí.

Windswept
John William Waterhouse 1902

Aquí la pobreza no nos roza el vestido. La pobreza está en los sirvientes, la doncella que arregla mis cabellos o la que pule la plata; pero yo no la veo, es lo natural. La pobreza está en nuestros arrendatarios, con los que hacemos buenas acciones y ellos nos lo agradecen con respeto y reverencias. Forma parte del estado natural de las cosas que haya pobres y ricos. Aquí, donde yo estoy, el mundo es hermoso, y lo único que he de hacer es formar la delicadeza de mis sentimientos, extasiarme ante la belleza de la naturaleza, ante un soneto, una obra maravillosa. Ser una hija obediente, una joven sensata. Cantaré y ejercitaré mis dedos en el piano del salón. Quizás acuda a clases de dibujo. Este mundo es verde y esplendoroso. La lluvia limpia la suciedad, nos entrega el brillo de la hierba y los estanques reflejan temblorosos rayos de sol. Hay flores en los parterres por los que paseo con un libro de poemas en las manos. A veces las recojo yo misma y formo armoniosos ramos con los que adorno los salones. Aquí nada malo puede pasarnos. Cuando me canso de bordar o leer salgo a pasear al campo para hacer ejercicio y cada domingo acudo a la pequeña rectoría donde escuchamos el sermón. Todo está bien. Y si un día gris la melancolía me invade, pediré una tazá de té con leche y la beberé a sorbitos pequeños mientras me doy un baño de agua caliente. Me acostaré entre suaves susurros de sábanas y en una mullida cama me encontrará la mañana, sonriente y feliz de nuevo como un pajarillo. Ya habrá pasado la nube. Un día, un hombre pedirá mi mano a padre y nunca habré de preocuparme por el dinero. Le respetaré y me respetará. Forma parte del estado natural de las cosas, ya lo dije antes. Aquí nunca hay números rojos en la cuenta y las lágrimas en las mejillas no duran más que el rocío al salir el sol.

lunes, noviembre 05, 2007

Mi madre me espera para comer. O cómo lo nuestro se impone a lo de los otros.

Vengo de clase de italiano y he aparcado bastante pronto para lo que puede ser esto. Un lunes por la mañana es bastante más fácil que un viernes por la noche. Aún así el movimiento de gente y vehículos me ha agobiado. Las calles del centro de Madrid no son muy anchas y las furgonetas y pequeños camiones no tienen reparos en parar en medio de la vía y hacer sus gestiones mientras al que le pilla detrás no puede más que resignarse o maldecir en voz alta. No estoy acostumbrada a este follón y percibo cierta agresividad en el ambiente que me impele a estar atenta; como si en cualquier momento pudiera pasar algo malo y yo hubiera de estar en guardia. Quizás este estrés añadido, este vago miedo físico, se origine en el recuerdo de la agresión de aquella adolescente en un tren de cercanías catalán. Venía en el coche dándole vueltas. Lo gratuito del caso, su animalidad absurda, junto a la pasividad del único testigo da para pensar.

Nastagio degli Onesti, tercer episodio
Sandro Botticelli 1487

No voy a entrar ahora en lo exagerado de la valoración que tanto medios de comunicación como población hicieron de las imágenes. Aquellos días hubo noticias mucho más importantes que no disfrutaron de la misma atención porque no contaban con imágenes tan suculentas. Pero el periodístico es otro debate, ahora andaba pensando en la indiferencia, la cobardía, el egoísmo y la consiguiente vulnerabilidad que generan. Dicen que nunca ha habido tanta gente colaborando en ONG's como hoy en día, sin embargo no creo que por ello seamos más solidarios. Hemos pasado de vivir en una sociedad comunitaria, grupal, a una individualizada. A pesar de existir más derechos y garantías que nunca somos más indiferentes a las necesidades del vecino. La competitividad, el estrés, el consumismo, el ego como dios máximo nos llevan a preocuparnos sólo de nuestros intereses y los de nuestro círculo más íntimo.

¿Hubiera yo intervenido de estar en aquel tren?
Quiero pensar que sí, ¿cómo saberlo ahora?

Aquel mismo día en Valencia, Daniel, un joven de 23 años, murió en el hospital. Llevaba una semana en coma porque un hombre le había pegado un puñetazo cuando acudió a defender a una mujer.

Supongo que exagero, estoy segura de que si algo me ocurriera en la calle alguien vendría a socorrerme, quizás no la primera persona, quizás no la segunda, pero alguien ayudaría. Como Daniel ayudó. Una vez en la carretera, un motorista cayó al suelo y fuimos varios los que paramos a ayudar. Recuerdo que con un pañuelo de papel le quité el barro de los ojos a aquel hombre mientras esperábamos una ambulancia. Aunque también recuerdo que mi compañero me dijo: vamónos ya, que mi madre me espera para comer.