domingo, junio 04, 2006

Niñas bonitas.

Cuando cierras la puerta y nadie mira se hace el silencio en el taller. Mientras te alejas con algún pensamiento enojoso prendido en la conciencia, el polvo se asienta lentamente sobre los objectos. Un haz de luz indiscreta señala lo primero que le viene en gana, sin criterio ni valor, sólo por la coquetería de hacerse mostrar. Los objetos aguardan callados donde tú los has dejado. Si hicieras el experimento, y de pronto un día, sin cómo ni por qué, abrieras la puerta de golpe, no los pillarías en falta. De lo más pequeño a lo más grande, todo permanecerá inmóvil ante tu escrutinio. Está bien, cierra la puerta de nuevo, llama al perro, aléjate pensando en aquello que te preocupaba. Ahora...

El ensayo
Edgar Degas 1873 - 78

Un leve murmullo, no más que un ligero, ligerísimo, bisbiseo despierta a la piedra de sus sesudas reflexiones. Son ellas. Como siempre son ellas, las locas y encantadoras chiquillas que no pueden estarse quietas un sólo momento. Adorables y bobas, las niñas bonitas del taller empiezan a bostezar. Shhhh, acércate conmigo, ven, vamos a verlas. Ahí están. Desentumecen sus gráciles miembros de madera y ejecutan con una sonrisa pequeños movimientos en el aire. Pasos de danzas inventadas, giros y saltos, curvas y puntas. Una de ellas me ha guiñado un ojo y me ha hecho sonreir hoy. Pero he callado y he guardado su secreto. Cuando sea pequeña, me esconderé en un rincón, me taparé con una tela y las veré danzar toda la noche.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y aun en el peor de los casos, siempre nos quedará la danza, concreta o infinita, que mas dá, seguramente las dos cosas. El planeta nunca detiene su danza y eso dificulta bastante, el que no sonriamos cuando nos ponemos a su ritmo. Allí siguen las bailarinas esperándome...es posible que alguna se haya enfadado ya por no sacarla a escena para poder volverte a guiñar su ojo cómplice.