martes, septiembre 25, 2007

Una mujer marcada.


La lavandera
Henri Toulouse Lautrec 1884 1888

Quería ser una mujer marcada. Las palabras sonaban bien; las masticaba despacio con el sabor de Elizabeth Taylor en La gata sobre el tejado de zinc en el paladar. Un sabor a alcohol, pasión, dolor y pérdida, sabor a haber amado, haber vivido. Quería ser una mujer marcada, quería ser Humphrey, Humph como Rick, y esperar en mi bar a que ella, de entre todos los bares del mundo, eligiera este, precisamente este y volviera a mi lado. Llevar con orgullo la enseña de no haber dejado nunca de amarle, de ser capaz del amor más profundo, más constante, más doloroso. Me decían que siguiera adelante, que me recuperaría, y a mí me daba igual, me sonaba a traición, e incluso tuve que reconocer delante del hada que en el fondo no deseaba recuperarme. Ese dolor era un tesoro, mi marca, y lo conservaría hasta que ella volviera a entrar en el bar.

Quería ser una mujer marcada pero en esta noche de insomnio me gustaría que no hubiera cicatrices, me gustaría amar con la inocencia de los veinte años, la inocencia del primer amor y creer que esto durará para siempre. Oigo la suave respiración del pequeñajo dormido, confiado en el sueño a pesar de mi presencia inquieta en la habitación que coge el periódico, un libro o se pone a teclear en el portátil a su lado. Para siempre. Palabras absurdas y extrañas, ya nadie piensa en esas cosas, se impone el presente, el futuro inmediato. El mismo pequeñajo me lo repite constantemente. No sé por qué tengo esa manía de anticipar el desastre, de querer asegurar lo incierto.
Esta noche quisiera no tener marcas, llevar una venda en los ojos y creer que el pequeñajo seguirá aquí el año que viene. Y quizás el otro. Y el otro. Que seremos felices y comeremos perdices.

sábado, septiembre 22, 2007

Divagaciones.

Chica leyendo
Charles Perugini 1878


Estoy sola. No sé si sigue lloviendo ahí fuera, a veces el espacio que nos rodea oprime como una caja de zapatos. No he querido salir, me doy permiso para regocijarme en mis tristezas y no quiero tener que explicar por qué estoy triste y por qué quiero estarlo. Me doy permiso para llorar, para asomarme a esa minúscula ventana con un cigarro en la mano e imaginar como cae mi cuerpo a cámara lenta, el estallido contra el suelo, el ruido asqueroso de una cabeza que revienta. Estoy sola. Publico en el blog los comentarios de un personaje de novela que dice ser real, también yo fuí Bella en una ocasión, y ahora como una anciana bendigo a los nuevos amantes con sus juegos de intelectualidad y armaduras. A mí ya no me gustan las armaduras. Las he usado durante demasiado tiempo, aterrada ante la idea de que me hicieran daño, mientras trataba de proteger un corazón que estaba roto de antemano. Yo lo sabía, lo sabía y lo dije: "Sé que lo habré de pagar con lágrimas, pero pagaré". Y he pagado durante tanto tiempo que ya no sé si cubrí la deuda. No tengo motivos para estar triste, pero me da igual. A nadie tengo que dar explicaciones sobre mis angustias más íntimas, sobre el tiempo que me besa la frente y los sueños fracasados que masajean mis sienes. A nadie debo explicaciones.

Me he fumado el cigarrillo y ¿sabés qué? Estoy contenta. No está lloviendo, a lo lejos se escuchan los ruidos de la noche en blanco. Pienso en las novelas que he leído hace poco. Quise mimar la niña pequeña que escondo dentro y en poco tiempo he devorado Cumbres Borrascosas, Jane Eyre y Mujercitas. Lloré cuando Jo rechazó a su amigo como amante y cuando Beth enfermó. También he descubierto a Georgette Heyer y sus folletines me han hecho reir. Lástima que Salamandra haya publicado dos y sólo le quede una en preparación. No hay derecho, ojalá Jane Austen pudiera escribir más novelas, la echo de menos. No tengo libros que me apetezcan, qué pena, es una noche perfecta para leer. Debí haber comprado hoy Villette o alguna otra de las Brontë que apenas recuerde. Quizás encuentre algún comic por ahí, voy a ver.

La historia de Bella III


El beso robado
Jean Honoré Fragonard 1788


"En ocasiones creí que Bella iba por fin a susurrar un poema con sus (en mis) labios, ...pero siempre se detiene a tiempo, el segundo preciso antes del encuentro, como para coger aire, y celebrar inesperada y velozmente su ceremonia de alejamiento infinito hasta las estrellas. Un instinto primero a no entregarse, una predisposición a estar un paso más allá.

...paseamos por la Barcelona de la Sombra del Viento rompiendo las agendas de los días laborables: Desayuno en la terraza romántica del Ateneo, junto al sonido silencioso de su estanque... Bella con su permanente vocación de picnic urbano había preparado unos bocadillos con recuerdos de Lyon y pan recién comprado en Barcelona...
Junto a los "café au lait", un agua de Vichy recordaba el burbujeante espacio de nuestros sentimientos.

Reconoce Bella que juega con ventaja al leerme aquí, pero mantiene su hermetismo enamorado, su indescifrable colección de sensaciones, y su misteriosa felinidad burguesa...Y así va conociendo mis peores caras, desenmascarando mi fragilidad y amasando volátil los recuerdos que la mantienen todavía vinculada a mí.


Hombre sobre un mar de nubes
Caspar David Friedrich 1818
Son poco más de las seis de la mañana, en un aeropuerto medio vacío, con aroma triste de café, arrastro un equipaje de melancolía y un presentimiento "sediento de catástrofes y hambriento". Llevo tres días sin verla y otros tantos de imposible encuentro me esperan al llegar a Barcelona despues de escalas imposibles por la jungla del Madrid en el que no podré encontrar el consuelo de otros labios que hace años perdí con un rastro de miel y romero entrelazados.


Llaman a mi vuelo..."
Drymartini

La historia de Bella II



"Bella sigue atrincherada en la teoría de la burbuja: (Lyon es Tokio y Barcelona es para los días laborables... Lost in Traslation). Supongo que es una teoria verosímil a la que se llega combinando adecuadamente dosis de pánico, vocación de coleccionismo miniaturista de sansaciones, sensatez de pax burguesa, y una actitud felina cultivada con esmero autodidacta y libertario.

Yo quisiera pensar que es algo más que una burbuja... quizás porque lo necesite para salir a flote de las miserias cotidianas, pero intuyo algo más... como cuando Cesare Pavese decía que para todos los hombres tiene la muerte una mirada, y decía a su bella "vendrá la muerte y tendrá tus ojos"..., y suena con la banda sonora de "Bella del Señor" de Albert Cohen... un libro escrito contra la teoría de las burbujas en una Europa que se rompia como un puzle entre la modernidad y la miseria.

Yo sigo acusándome de no saber estar a la altura de Bella, de no poder cambiar para ser como a ella le gustaría, de intuir que nunca nos tendremos del todo (pues somos demasiado celosos de nuestra personal construcción hacia el abismo)... y pienso que debería desaparecer para siempre de sus contornos dividos, y quizás tambien de mis fracturados entornos, y quizás seguro también de todos los contextos... pero ese es otro tema más largo que cultivo lentamente entre copa y copa, pipa y pipa, poema y poema... yendo "de mi corazón a mis asuntos".

Quizás mañana en una arquitectura imposible de agendas, madrugadas, kilometros y viajes de idea-vuelta-y retorno "sin consuelo", pueda arrancarle un poco de tiempo a Bella para compartirnos -entre mi incapacidad de acierto y su sonrisa- ...desayunando juntos... (espero no estropearlo del todo)"

Drymartini

viernes, septiembre 21, 2007

La historia de Bella I


Habitación de hotel
Edward Hopper 1931
"Barcelona no es Tokio, pero siguen sin tener razón los días laborables... y prefiero elegir del plato de la vida lo que más me gusta que comer a bloque del plato comunitario que me toca (¿he aprendido a usar "a bloque"?).

Creo que no leerás nunca este comentario... si lo lees, me gustaría decirte que nosotros tenemos
razón y que ellos SIEMPRE están equivocados... y que un verso susurrado por ti sería el mejor regalo posible... porque me gusta ver flotar las burbujas en el Carrefour de dos ríos a las afueras de Lyon (recuerdos y sensaciones) y me niego a los reajustes emocionales...."

Nubes
John Constable

"Seis días casi sin separarnos, compartiéndonos en paseos interminables, en recovecos, calles, plazas, jardines, riberas, bares, bistrots... todo Lyon en la palma de nuestras manos (en su mapa de geografías imposibles).

... rechazaba mi mano en oasiones, y abrazaba mi brazo cuando no la esperaba... acariciaba la palma de mi mano con la dulzura de quien entrega un secreto... y sonreía casi todo el tiempo (quizás en alguna ocasión con un rastro de melancolía...) En ella había toda esa sabiduria ancestral, intuición segura, divinidad terrenal, de esas "mujeres que corren con los lobos" de tu Clarissa Pinkola. No pudo ser una burbuja...

El viernes, poco antes de las ocho, compartimos un té algo aguado que preparé precipitadamente, aún en pijama, mientras ella vino vestida ya para los días laborables... un roce a sus labios empapado en miradas que se evitan buscando la intrascendencia de un momento imprescindible... TODO se me escapaba entre los dedos de la mano...
Le escribí un poema en el sobre de del tabaco de pipa que habiamos compartido y no me atreví a dejarlo bajo la puerta de su habitación...

...Y cinco días de silencio frío y metálico...hasta que ayer la recuperé un poco (es de esas mujeres que solo pueden tomarse en tragos cortos... muy muy muy cortos)..
Drymartini

jueves, septiembre 13, 2007

Tarde en el museo.



Mujer en azul
Pablo Picasso 1901

Cuando vivo en Madrid me alojo en el Barrio de la Letras. Eso significa que en cuanto bajo a la calle me rodean librerías de viejo, anticuarios y citas literarias encastradas en el suelo. También que aparcar es imposible y que sólo puedo comprar en el supermercado chino, pero como no trabajo aquí, sino que me limito a gandulear por la ciudad, el caso es que me encanta. En dos pasos llego a algunos de los mejores museos del mundo, así es que, de vez en cuando, abandono la guarida y salgo de excursión.

Eso mismo hice ayer. Echaba de menos las obras del Reina Sofía, tenía ganas de estímulos, de belleza, de que alguien tirara del pelo a mis pensamientos y el museo no me defraudó. Casi sin darme cuenta me encontré ante el azul Klein. No lo esperaba, había olvidado que en la cuarta planta están algunas de las obras más significativas de Yves Klein, y entre ellas, como no podía ser de otra manera, ese magnífico azul que tanta curiosidad despertó un día en mí. El azul es increíble, eso es cierto, suntuoso, rico, vibrante: oro azul. Como no me lo esperaba, me emocionó y me dió ganas de llorar. Puñetero azul. Me fuí de allí sumida en pensamientos azules, entre los recuerdos de los lagos de Patinir y las dudas acerca de si un color tan intenso podría simbolizar el del cielo, como aseguraba el artista, siendo el cielo tan desvaído y ese azul tan salvaje.



Monocromo azul sin título YKB 181
Yves Klein 1956

Perdida en ensoñaciones me encuentro ante otro azul, pero esta vez, lo que me hace sacar la libretita son las palabras del pintor en mi audioguía, Pablo Palazuelo, "la unión profunda de lo que es contrario: la materia y la psique". La materia y la psique, los números como arquetipos del inconsciente que al mismo tiempo forman parte de la naturaleza exterior. La materia y la psique. La materia y la psique. Los pensamientos se pierden en realidades abstractas. Trato de entender y creo intuir un destello, pero pronto se pierde y escondo la idea perdida en un cajón.

La materia y la psique me llevan junto a Antonio Saura y rodeada de estos inmensos lienzos siento como gritan a mi alrededor, pobres fantasmas atormentadas de la España en blanco y negro. Gritos en negro y gris, trazos que gritan. Gritos. Figuras que sacuden como en la segunda planta lo harán las de Picasso en su Guernica. Más gritos. Dolor. Una madre clama al cielo con el cadáver de su hijo en brazos. Llamas, muerte y dolor.

Gritos.

Me marcho de allí en busca de un poco de consuelo en obras más amables. Me divierte la sexualidad bestial de los minotauros de Picasso. El cuerpo de la modelo, la copa de vino y el animal y su lascivia. Disfruto las piezas de Chillida, su fuerza y poder, y copio su homenaje a Juan Gris como homenaje a todos ellos:

Desde
los límites
que tú conoces
te saludo gris
acido gris
gris difícil
introvertido
gris
gris conciso

Eduardo Chillida
Homenaje a Juan Gris 1987

Pero se hace tarde ya y tantos estímulos al mismo tiempo me agobian. Necesito dejarlos reposar, un poco de aire fresco y volver otra tarde con fuerzas renovadas. Me despido de la dama azul y de la condesa Sonia. Hasta el próximo dia día preciosas mías.



Retrato de Sonia de Klamery, Condesa de Pradère

Hermenegildo Anglada Camarasa 1913

miércoles, septiembre 12, 2007

Arder.

Flaming June
Frederic Leighton 1895

"Una mujer tiene que estar dispuesta a arder al rojo vivo, a arder con pasión, a arder con palabras, con ideas, con deseo de cualquier cosa que ella aprecie sinceramente"
Clarissa Pinkola
Por eso debemos encender el fuego, chicas, debemos amar, crear y arder. Alimentar las llamas que iluminan nuestra sensibilidad, los pensamientos originales, la vida creativa, los anhelos y aspiraciones, el alimento de la diosa salvaje de nuestro interior, de la tierra, el viento y el vientre sagrado. La diosa que hay en nosotras.

martes, septiembre 11, 2007

Barbazul.

Barbazul
Ilustración de Gustave Doré


Dice Clarice Lispector que preguntarse quién soy yo provoca necesidad. Dice que quien se analiza está incompleto. Y sin embargo necesito hacerlo. Supongo que de eso trata este Principio de Entropía Intermitente: masturbación exhibicionista de las emociones. Lágrimas en público, risas en público. Catarsis.

En los últimos meses he aprendido mucho, quizás porque después de tanto tiempo por primera vez me he enfrentado al proceso de duelo y no he arrinconado el dolor en un cajoncito oscuro de mi memoria. No, por intuición, error o locura me he convertido en la nueva mujer de Barbazul y he decidido utilizar la llave para abrir la puerta prohibida. El descubrimiento, los cadáveres y el horror golpean al principio pero ahora las manchas de sangre en la llave ya casi no me angustian, son marcas de vida, cicatrices de viejas heridas que he dejado sangrar y sangrar para que en su interior no quede ni una pizca de podredumbre. Para que se cierren limpias y dejen mi alma sana.

Jamás hubiera imaginado lo difícil que es dejar morir, deshacerse del lastre y llorarlo sin lanzarse tras él al mar para rescatarlo o hundirse con él.