Dante Gabriel Rossetti 1864 - 68
Ni siquiera sé por qué empecé este blog. Pero estos seis meses en los que juego a ser Enttropía han coincidido con una época extraña en mi vida, y de escaparate de temas este lugar pronto adquirió tintes de diario. No quería convertirlo en un espacio de exhibicionismo emocional, y sin embargo, ¿cuántas veces he caído en ello?
Ahora voy a contar mi historia.
Todo empezó con un amor. Tenía 23 años y me enamoré casi sin darme cuenta. Era una relación que nunca debió iniciarse y aún así siguió adelante a pesar de todas las dificultades, y eran muchas, a lo largo de varios años. Hasta que no aguantamos más. Para podernos separar creamos un muro de silencio entre nosotros. Un mail de vez en cuando, un "¿cómo estás?", un "cuidate", incoloros e ínsipidos. Y hielo y distancia.
Hasta que todo volvió a empezar, y esta vez era más doloroso y más imposible que antes. ¡Cuanto nos queríamos y no era bastante! Y ese amor que empezó inocente y tierno hacía más daño que nada. Dolor y frustración. Romper y reconciliarse de manera enfermiza. Llorar, sentirse culpable, pedir demasiado o demasiado poco, llorar, amar, llorar. Hasta que se acabó.
Una vez le dije que me cortaría las manos antes que hacerle daño, y sin embargo yo, yo que le adoraba, le estaba destrozando sin querer. Y él, que era la mejor parte de mí, me estaba matando poco a poco, me estaba robando mi presente y mi futuro. Llenaba cada parte de mi ser. Cuerpo, mente y corazón al unísono. Estaba completa y absolutamente entregada a él. Y después, el vacío.
El vacío.
Ya no había una llamada para darme los buenos días y otra que me deseara las buenas noches. Ya no había nada que me llenara, nada. Levantarse de la cama... ¿para qué?, ¿ir dónde? Nada me ilusionaba. El vacío en mi interior. Pero yo quería vivir. Ante todo, quería vivir. Jugué con ideas morbosas mientras esperaba que él volviera a mi lado. No podía vivir sin mí, estaba segura de ello, me lo había dicho llorando cuando la heroína recorría su sangre: me muero sin tí, me muero sin tí...
Empecé a asumir que se había acabado y como dice la canción "tracé un ambicioso plan: consistía en sobrevivir". El Valium no debía volver a convertirse en una tentación. Por eso he iniciado este confuso peregrinaje en busca de razones para vivir. He acudido a la psicóloga y a mis amigos. Me divierto y me mantengo en acción. Salir, bucear, nuevos amigos, mucha noche, drogas y alcohol, lo que sea necesario para mantener a ralla el dolor.
Y lo he logrado.
La esperanza
George Frederick Watts 1886
No dudo que al final todo saldrá bien. Eso seguro. Al final, siempre sale todo bien.