miércoles, mayo 24, 2006

Amor en la montaña mágica.

- Vamos, es un incidente sin consecuencias, que pasará pronto.

- No, Clavdia, sabes perfectamente que lo que dices no es verdad, lo dices sin convicción, estoy seguro. La fiebre de mi cuerpo y las palpitaciones de mi corazón enjaulado y el estremecimiento de mis nervios son lo contrario de un incidente, se trata nada menos que de mi amor por ti, ese amor que se apoderó de mí en el instante en que mis ojos te vieron, o más bien, que reconocí cuando te reconocí a ti, y es él evidentemente el que me ha conducido a este lugar....

- ¡Qué locura!

- ¡Oh! El amor no es nada si no es la locura, una cosa insensata, prohibida y una aventura en el mal. Si no es así es una banalidad agradable, buena para servir de tema a cancioncitas tranquilas en las llanuras. Pero que yo te he reconocido y que he reconocido mi amor hacia ti, sí, eso es verdad, yo ya te conocí antiguamente, a ti y a tus ojos maravillosos oblicuos, y tu boca y la voz con que me hablas; una vez ya, cuando era colegial, te pedí tu lápiz para entablar contigo una relación social, porque te amaba sin razonar, y es por eso, sin duda, por mi antiguo amor hacia ti, por lo que me quedan esas marcas que el médico ha encontrado en mi cuerpo y que indican que en otro tiempo yo estaba ya enfermo... te amo, te he amado siempre, pues tú eres el Tú de mi vida, mi sueño, mi destino, mi deseo, mi eterno deseo.

- ¡Vamos, vamos! –dijo ella-. ¡Si tus preceptores te viesen!

- Me tienen sin cuidado todos.... la República elocuente, el progreso humano en el tiempo, pues ¡te amo!

Ella acarició dulcemente con la mano los cabellos cortados al rape en la nuca.

- Pequeño burgués –dijo. Lindo burgués de la pequeña mancha húmeda. ¿Es verdad que me amas tanto?

Exaltado por ese contacto, ya sobre las dos rodillas, la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, él continuó hablando:

- Oh, el amor, ¿sabes.....? El cuerpo, el amor, la muerte, esas tres cosas no hacen más que una. Pues el cuerpo es la enfermedad y la voluptuosidad, y es el que hace la muerte; sí, son carnales ambos, el amor y la muerte, ¡y ese es su terror y su enorme sortilegio!

La montaña mágica
Thomas Mann 1923

Se han convertido en mi salvación. Hace escasas horas que he leído este fragmento (aunque en mi edición Clavdia y Hans hablan en francés). El libro me tiene fascinada y su autor me despierta el mayor de los respetos. La lucidez de sus frases, el brillo desnudo de sus análisis y reflexiones, la cultura que demuestra... todo se une para obligarme de buen grado a inclinar la cabeza frente a su maestría.
Thomas Mann
Y ahora sólo deseo escapar yo también y encerrarme en esa montaña mágica. Pagaría mi buena salud de buen grado por esa vida fuera del tiempo y del mundo. Alta sociedad para tuberculosos. Quisiera aprender idiomas y seguir escrupulosamente las reglas de reposo como Joachim. Desearía embarcarme en proyectos solidarios como Hans. Escribir y estudiar como Settembrini o el mismo Castorp. Respecto a la pasión que despierta Clavdia aún no me defino, no es ese amor el que me atrae ahora, aún me duele demasiado el corazón. Me llama la belleza helada del paisaje, la ausencia de responsabilidades, el tiempo libre y virginal que se entrega a reflexiones, una sociedad controlada, un mundo cuyos límites parecen estar a la vista. El miedo se difumina, parecemos protegidos, y ellos "los de allá arriba" no saben que todo es mentira, que esa vida la de ellos no es real. ¿O sí lo es? Al fin y al cabo, ¿no aman y mueren como nosotros? Daría todo por abandonarme a la voluptuosidad de esas chaise longes.

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