lunes, abril 26, 2010

Endormie

Endormie
Roman Zaslonov 19..
La respiración es más entrecortada de lo normal. El estómago se me ha cerrado en un nudo. Tengo ganas de llorar. Me he hecho una taza de té dispuesta a enfrentarme a la mañana con optimismo, es un día hermoso. Pienso en lo que diría mi niña, mi Clara, mi fe. Me hablaría de lo afortunada que soy, me diría que me duchara, me vistiera y saliera al exterior, que cerrara los ojos y respirara hondo, que sintiera la vida bullendo a mi alrededor. Hoy en el jardín de las hadas sólo existe el sol, el piar de los pájaros y el ladrido de mis pequeñas. A lo lejos se oye un martillo que golpea la madera. Es un sonido agradable, de futuro. Hago lo que me diría mi pececito: ordeno la casa a mi alrededor, ordeno los pensamientos en mi interior, me pongo perfume y un poco de brillo en los labios. Me miro en el espejo y me veo guapa, pero cuando vengo a darme cuenta estoy aguantando la respiración y mi pecho apenas tiene fuerzas para llenar los pulmones. La sangre parece haberse espesado dentro de mí. Se ha convertido en tristeza. Pienso en cortar mi cuerpo y sacar de él ese líquido tumefacto y transparente que otrora fuera sangre. Cortes en las muñecas. La tristeza fuera de mí como si de un veneno se tratara, limpiar mi alma por dentro y por fuera, dejarla reluciente y sin miedos. Salgo al jardín y los pájaros no están en mi cabeza, están a mi alrededor y les oigo piar. Levanto mi pelo y lo dejo caer sobre mis hombros, limpio y brillante. Suenan las canciones de Nacho y bailoteo en la hierba con el cuerpo laxo y desmadejado por efecto del hachís. Pienso en la ardilla que acabo de ver en el árbol y me pregunto si no será el conejo blanco que debo perseguir para entrar en el País de las Maravillas. ¿Por qué el agujero de entrada no estará a ras de suelo? ¿Por qué es más difícil para mí? Quizás yo sí perdí mi muchedad. Pero no lo creo. Pienso en el relato de Mia Couto, en la india inmensa que se consumió de amor. Pero cuando hay demasiada gente en la habitación, nadie quiere hablar de amor. Los dedos no me responden bien sobre el teclado. Respiro hondo. Cuando hay tantas vidas dentro de mí, también debe haber muertes. Muertes para renacer, para tomar impulso, para volver a empezar. Pienso en el cocodrilo Ovidio y en la ballena Filomena, sonrío, la energía recorre mi cuerpo, el optimismo lo invade. Todo va a salir bien, lo sé, al final las cosas siempre salen bien.

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