El gusto del helado en el paladar; la espalda apoyada en la piedra marcada por los siglos de lluvia, viento y guerra; y un mar que rompe sobre los bastiones de esta ciudad fortificada. El sol ya esta muy bajo y hace un poco de frio. Si miras fijo el horizonte puedes jugar a que estas en un barco que avanza sobre las olas hacia nuevas tierras. Y puedes fingir que eres aquel capitan pirata que recitabamos de ninos y cantaba alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa.
Aqui en cambio, a la derecha veo la sombra de Capo Caccia y sus acantilados tallados a fuerza de mar y viento (alguna vez podra haber otro Land's End? Nunca sere como aquella mujer del autobus?). A la izquierda, el paseo, con los otros turistas que como yo disfrutan del espectaculo de un mar gris que parece serio pero no deja de jugar consigo mismo en una exhibicion de coqueteria adolescente. Y a mi lado, la mochila negra donde me espera el pequeno Bastiano con la Storia Infinita derramandose sobre el mundo y mi mirada.
Las islas son rompecabezas repletos de misterios. Ni se mueven ni se estan quietas, son trampas infinitas, juegos que nos traen sorpresas y las esconden para que las busquemos luego. Como me gusta ese cuento que habla de una isla llena de agujeros que te pueden llevar a cualquier otro punto del cuento. Y eso es precisamente lo que me ha pasado a mi aqui. Entre cuevas de piratas (vale, era una turistada, pero eso no es culpa mia, jo...); playas blancas, azules y verdes y noches de verano me he caido en un agujero. Claro que yo andaba un poco despistada peleando con fantasmas para ver si a fuerza de voluntad (o ellos o yo) lograba deshacer sus sombras. Y asi, jugando y sin querer, me he caido por un agujero y he amanecido en otra parte del cuento. En esta parte, el aire es mas ligero y por la noche ya no se oyen lobos que aullan a la luna, el unico lobo que hay dice que esta domesticado. Pero yo no veo principitos domadores sino caperucitas que le han robado los zapatos a Dorothy y juegan a buscar un mago que las lleve de vuelta a casa.
Y por si acaso, yo decido que me voy a meter en el bolsillo un hilo de Ariadna para no perderme en el Bosque en una buena temporada y no volver a caerme por otro agujero pronto. Que me gusta jugar a ser una pequenaja sin miedo ni cicatrices y por ahora este cuento parece bonito.