martes, noviembre 07, 2006

Tres hermanas.

Lloré cuando Sasha se mordió el puño. Se mordía el puño mientras gemía como un animalillo herido sobre el escenario. Un lamento ahogado, inhumano. Reconocí ese dolor. El dolor de la impotencia, de los sueños rotos, de una ilusión resquebrajada en fragmentos afilados que marcan nuestra piel y agostan nuestras fuerzas. Verschinin, cobarde, amando como amabas ¿por qué regresas cada día a casa a un hogar que no deseas? ¿por qué te marchas y la dejas sóla? Sasha, pobre Sasha, pobres todos mis pequeños miserables desgraciados... Casi cuatro horas de representación en ruso subtitulado para encontrarme con ese dolor. Joder.

Antón Chéjov
Sasha, Irina y Olga son mujeres inteligentes, llenas de vida, sueños e ideales. Son mujeres avanzadas a su tiempo que se ven forzadas a encerrarse en una ciudad de provincias que les ahoga. Sin embargo, estas mujeres tan capaces y repletas de ansia de plenitud se ven impotentes para tomar las riendas de sus propias vidas. Se someten. Y sus sueños e ideales se asfixian.

Y ellas con ellos.

Yo no hablo tantos idiomas como las tres hermanas, ni mi conversación es tan elevada, ni nadie se bate en duelo por mí, pero también soy una mujer capaz que a veces se siente boquear como un pececillo fuera del agua.

Asustada.

Asfixiada.

Es curioso como las cosas nunca son de ningún modo, sólo del modo en que las vemos. Podría mirar a mi alrededor y decir "ey, está bien esto que tengo, qué afortunada soy", y sin embargo, sólo puedo agachar la cabeza y sentirme culpable por desear escapar. Como a las tres hermanas a mí también me hieren mis contradicciones. ¿Qué ha sido de quien fue proyecto de tantas cosas?

Y sin embargo sé que aún habrá una oportunidad para batir mis alas. Una mano guiará la mía para quitar el polvo de los sueños. Al fin y al cabo, ¿no sale siempre todo bien al final?

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre. Y ahora lo verás
C'est la vie, madam!

P.D: Para tres hermanas, me quedo o con las mias o con Hanna y sus hermanas. Las primeras me recuerdan mi casa. Las segundas... un sofá. ¿Mi nueva casa? Nah, no era granate.

Un beso!

Anónimo dijo...

Todos somos un mundo de contradicciones, estamos hechos de ellas. Y claro que al final todo sale bien, o medio bien; pero lo importante no es el resultado sino el lanzarnos al camino, participar de todas esas experiencias que unas veces nos gustan y otras preferiríamos no haber asomado la patita.

Esther Hhhh dijo...

Bueno, mi querida Entro, todo es cuestión de paciencia... Al final las cosas se ponen en su sitio. Tal vez no es como te lo imaginaste, pero con el tiempo comprendes que es la forma correcta y la perfecta. Y eres feliz. Pero no te olvides, la felicidad no es una cosa perenne. Está compuesta de ratitos, y a veces desaparece, como la lluvia en tiempo de sequía...
Otras, como estos días, cae como si de una gota fría se tratara..
Animo nena, que todo al final, se pone en el sitio.
Besitos

Vigo dijo...

Llevo unos segundos pensando ponerte algo original, pero lo dejaré para la próxima vez que te visite.
Me ha sorprendido gratamente tu blog en todos los sentidos. Y los textos que he leido hasta yo los hubiera firmado (ja!)
Repito, un placer pasarme por aquí.

Vigo dijo...

Ja,Ja!! Leo hoy un mensaje tuyo en mi blog (voy un poco desfasado) que me dices casi lo mismo que te decía yo ahora.
Sin duda estamos en conexión... Ten cuidado lo que pienses que luego me viene a mi cabeza (ja!!)
Creo que voy a perderme un poco en tus posts...

Redmond Barry dijo...

Los personajes de Chejov son como las plantas en el fondo de los estanques, eso sí, alrededor se desarrolla una furibunda batalla. Pero las plantitas apenas se mueven. Mientras tanto Serguei Mijalovich Eissenstein sí ha empezado a mover el manubrio de su cámara y de la historia.

“¡Qué le vamos a hacer! ¡Es preciso vivir! Viviremos durante toda una larga serie de días y veladas interminables. Aguantaremos con paciencia las pruebas que el destino nos imponga (...). Y cuando llegue nuestra hora, moriremos humildemente, y allí, más allá de la tumba, diremos que hemos sufrido, que hemos llorado, que nuestra vida ha sido amarga y Dios se compadecerá de nosotros.” (Diadia Vanya).

Lo siento por el rollo, pero no lo he podido evitar.

Saludos y ánimos

Anónimo dijo...

Es curioso el tiempo que nos toca vivir, si bien la manera de vivirlo la elegimos en gran medida nosotros mismos.

Sin embargo hay ciertas cosas que no podemos elegir, y mucho menos cambiar: momentos o situaciones en las que los acontecimientos se nos precipitan de manera irreversible.

En algunas ocasiones éstos son efímeros y desaparecen con el tiempo. Otros, por el contrario, son duraderos y con ellos hemos de convivir: a los últimos los llamo 'hasta que Dios quiera'.

Dicho eso, algunos prefieren ver el vaso de la vida medio vacío; otros preferimos verlo medio lleno, aunque 'para gustos, colores.'

Medio ahogado por la asfixia que me produce cada día mi nuevo trabajo que hace poco he encontrado, después de buscar durante un tiempo precisamente para contrarrestar la asfixia que me producía el no tenerlo.

Ahogado y medio por la asfixia que me produce el seguir viviendo en casa de mis padres y, a mis 27 años recién estrenados, tener que seguir dando alguna que otra explicación del todo innecesaria.

En mi caso y ante la realidad que me toca vivir (pues convivo con unos acontecimientos de la clase 'hasta que Dios quiera') prefiero seguir pensando que mucho vaso me queda y que, en el fondo, la fortuna de tener cinco amigos a mi lado, unos estudios, un trabajo digno, una familia y una educación son motivos suficientes para seguir adelante.

Luchar, soñar e ilusionarse, marcarse unos objetivos y encaminarse hacia ellos.

Continuamos mañana?