jueves, marzo 02, 2006

La táctica del avestruz.

Hoy he vuelto a reconocer los síntomas: la inseguridad, la autoestima reducida a menos que nada, el saberse merecedora de cualquier improperio o acusación, el miedo a ir a trabajar mañana, el rechazo visceral a hacerlo, pensar excusas, llorar, sentirme inútil, un fracaso... Aún siento el pánico en el estómago, pero voy a controlarlo. Me esforzaré por ser fuerte, por no dejarme llevar por la táctica del avestruz.
Ilustración de un cuento de Calleja
Pelusa, de Luis Coloma
Cuando era niña, a veces sentía tal rechazo por ir al colegio que trataba de enfermar para poder escaparme. ¿Qué era lo que tanto temía enfrentar? ¿Un exámen de matemáticas que no había preparado? Seguro que era algo que debía haber hecho en lugar de pasar la tarde mirando la televisión. Nada importante para alguien de treinta años. Terrible para aquella chiquilla gris. No recuerdo qué terrores con olor a culpa me dominaban y me impelían a abrir la ventana y mojarme el pijama con cubitos de hielo en pleno invierno con tal de caer enferma. Claro que no aguantaba el frío por mucho tiempo y tampoco enfermaba nunca. En eso no he cambiado: no soporto el frío, nunca estoy tan enferma como para saltarme alguna obligación y sigo llenándome de terrores.

Al final el día llegaba y acababa afrontando miedos que a la luz del día no eran tan terribles. Todo era superado, aunque desde luego no por la táctica del avestruz que empleaba y sigo empleando. Si algo te aterra: huye llena de terror sin saber si corres hacia el lado correcto o esconde la cabeza bajo el suelo. No te muevas. Quizá "algo" pase y el golpe nunca llegue.

Por cierto, mañana iré a trabajar, claro. Me enfrentaré a mis miedos con la cabeza alta y la armadura puesta. Aunque ahora necesite acurrucarme en la oscuridad y darme fuerzas para afrontar el mundo. Buenas noches.

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