Hubo una vez un George que la llamaba la Reina de su palacio. Conversaban horas y horas sobre todo lo divino y lo humano. Es cierto que casi siempre con drogas de por medio. Ella siempre estaba nerviosa cuando iba a verle, y aun cuando no fumaba habitualmente, a su lado fumaba un cigarrillo tras otro porque no sabía que hacer con las manos que se retorcían nerviosas de pensar lo que él vería al mirarla. Y su mente, su mente siempre tan curiosa. Iban juntos al concierto o al teatro. Ambos se querían y compartían su amor como el más delicioso de los secretos. Lo paladeaban, les llenaba de vida y de una nueva alegría de vivir. Aunque el alma de él seguía siendo inescrutable para ella, no era tan lista como se creía.
Pero un día, no se sabe cómo ni porqué las cosas cambiaron. Quizás fue cuando él consolidó su relación con otra chica o quizás cuando se malentendieron y ella confundió una pregunta seria con una de sus múltiples bromas, o puede que fuera porque ella cayó enferma y él se sentía sobrepasado. Sea como fuere, todo cambió. En lugar de hablar en los sofás, él encendía la televisión y se dedicaba a zapear sin preguntarle siquiera a ella qué le apetecía hacer. Apenas hacían nada juntos, ni siquiera el amor. Siempre se estropeaba. Ella ahora le necesitaba y George estaba cada vez más y más lejos. ¿Y qué era lo que él necesitaba? ¿Despejar su mente de los pájaros de ella? ¿Había llegado el momento del fin? ¿No iban a estar George y Mildred juntos para siempre? Como amigos, como amantes, como hermanos, como lo que fuera que fuesen. ¿Qué era lo que ocurría?
5 comentarios:
Si por las mañanas te asomas al mar
una sombra detras siempre tendras.
¿Qué culpa tiene Mildred si George es imbécil?
Todos somos más que la suma de nuestros "yo". También Mildred. También Enttropia. También yo misma.
¿ Y que culpa tiene George de ser un imbécil
mediocre mas en un mundo de imbeciles ?
No me gusta el concepto de culpa, no somos culpables de ser como somos, ni George, ni Mildred, ni yo misma. Somos lo que somos y algunos luchamos por ser mejores. Y es cierto, viviemos en un mar de mediocridad, pero yo cada día me siento menos mediocre y más llena de sabiduría, de vida, de fuerza, de la mujer que llevo dentro.
Y no deberías entrar aquí.
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