Cuantas noches he dormido escuchando esta canción de mi adorado Nacho Vegas una y otra vez. Una y otra vez. Y otra. Tiene algo que me calma, como los besos frescos sobre una frente afiebrada. Hay días en que sería mejor no levantarse de la cama, cuando crees que el agujero de la soledad está devorándote por completo y pronto no quedará nada de ti. Cuando ya no sabes como gritar: ¡Ayudadme! ¡Sacadme de aquí! Pero no me iré, resistiré. Pronto caeré en otro agujero del cuento del que emerja llena de fuerza y sabiduría. Es sólo un día de bajón, lo sé, un par de días en los que la soledad me consume sin motivo. A pesar de toda la gente que me quiere y a la que quiero, a pesar de que al final las cosas saldrán bien. A pesar de todo, miro mi teléfono sin mensajes, sin llamadas, sin mails, y sin motivo tengo ganas de llorar. Pero no lloraré. Hoy no. Porque quiero vivir en el fuego. Y en el fuego viviré Y si empiezo a arder aprenderé a apagarme. Porque lo dice Nacho y porque lo digo yo.
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