El juez sin clemencia. El que me condena por no haberme esforzado lo suficiente, por ser una fracasada, por no ser mejor, por no dar más de mí. Por tener un don y haberlo enterrado como en la Parábola de los Talentos de la Biblia. La que se juzga sin tiempo.
La mujer dura y fría, mi madre a través de mi sangre, la Reina de las Nieves. La que habla con rigor e intolerancia porque está convencida de que no hay fisuras en sus argumentos, decisiones o comentarios. Nadie puede contradecirla porque siempre tiene la razón. La que habla con voz de hielo y a veces asusta o hace daño, porque se cree más fuerte, inteligente y lúcida que los demás. Superior. La que deja caer los párpados pesados como juicios. La que se seca sin labios.
La niña pequeña. La que llora, la que pide amor, la que sufre. La única que se merece que la quieran. La que duele en mi pecho y pide, suplica, cariño, atención y amor. La que necesita abrazos, caricias en el pelo, y un shhhh…, no pasa nada, estoy aquí contigo, no llores pequeña, no volveré a dejarte sola en la oscuridad nunca más, shhhh…
La escritora, la que se sueña como tal, la que quiere leer y aprender toda la vida. Ser capaz de contar historias que merezcan ser leídas. La que se siempre se quedó inmóvil al borde del camino. La que sintió pánico de volver a tomar la pluma. Y de nuevo, por fin, con mano torpe empieza de nuevo a garabatear el abecedario del don que le ha sido otorgado, como dijo su profesora de escritura. La que busca su voz entre tantas voces.
La que dice “perdón”, “lo siento” y “gracias” todo el tiempo, la que no tiene autoestima, la que pide permiso para tener derecho a seguir viva. La que no quiere molestar y se siente incómoda en casa de los demás. La que recuerda que quisieron abortarla al concebirla.
Está mi yo racional, a veces lúcido y a veces confuso. Cariñosa, soñadora, tierna, pasional, amiga de mis amigos.
¿Y quien es la que quiere vivir en el fuego? ¿Qué es vivir en el fuego?
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpadospesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvilal borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo
Mario Benedetti
1 comentario:
Tu texto sobre los distintos yoes que habitan en mí, en ti, en ella, en nosotras, en quien sea, me ha parecido brillante, precioso... Desde el punto de vista literario es una pasada. Sería un dolor que desperdiciaras el talento que tienes, así que anímate a escribir. Sé que es difícil, pero posees un don.
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