interlocutor, ra.
(De inter- y el lat. locūtor, -ōris, hablante).
1. m. y f. Cada una de las personas que toman parte en un diálogo.
Querida entropía:
La raza humana es, de todas, la que se reproduce por amor; la que vibra con todos y cada uno de sus sentidos: el olor a tierra mojada, el perfume de alguien que no está o de alguien que siempre está, el dulce aroma de la piel de un bebé... La visión del amanecer, del atardecer, del anochecer, del amanecer otra vez, aquí y allá, la vida cada día en un vaivén de párpados y pestañas. El tacto de las pieles que van creciendo contigo y cuyos cambios conmueven, de los perros, de los árboles, de las frutas... El sonido del viento entre las hojas, El "diga" al otro lado del teléfono, cuando buscas a alguien, los "claro", los Síes, los cariñitos, la música... El gusto de la buena comida en buena compañía, de la buena bebida a solas, cuando una se siente poesía o con otros, cuando una se siente risa o torrente. La raza humana está llena de sorpresas. No creo en Dios padre todopoderoso, sino en todo lo que los humanos pueden dar de sí como una goma elástica hasta el infinito. Hoy estamos de duelo, pero los vivos tenemos el deber de brindar por la vida y enriquecerla con nuestra sed de ella.
Anónimo.
Y acracia añade:
Que aunque no sea posible ignorar que a veces la vida puede ser un accidente, pendiente a cada instante de un abismo, también podemos descubrir en cada gota de día que nuestra arrebatadora sed de conciencia sobre nosotros mismos nos hace en todo momento seres sublimes y libres para transformarla en magia. Sólo es preciso desearlo. Nunca dejaré de confiar en el ser humano, en nosotros.
Gracias a vosotros. Gracias a todos los que leéis este juguete tonto que me divierte y me hace sentir bien. Siento perderme por caminos de fango, dar vueltas una y otra vez a penas caducas y egolátras, publicitar lágrimas que deberían ser íntimas y ser tan rematadamente tonta a veces. Pero os agradezco profundamente que estéis ahí, al otro lado de la pantalla.
Necesito interlocutores como respirar, como amar. Al fin y al cabo la búsqueda de interlocutor de la que nos hablaba Carmen Martín Gaite es una necesidad hija de la necesidad de amar.
Por cierto, antes de publicar esto he descubierto la identidad del anónimo. Me parece que a partir de ahora tendrás que firmar. Te quiero.
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