Sin interlocutor sólo nos queda la soledad. La necesidad de encontrar un receptor ideal es la lucha por salir del Reino de las Nieves, escapar de nuestra cárcel de hielo y encontrar un aliento humano que nos dé sentido. La palabra cura, redime, nos puede salvar.
Sin nadie a quien contar no hay nada que contar. Como decía Carmen Martín Gaite: "Cuando vivimos, las cosas nos pasan, pero cuando contamos las hacemos pasar”. Al hablar a nuestro interlocutor creamos la madeja de nuestra propia historia, nos la contamos a nosotros mismos y al hacerlo le damos un orden. Un antes y un después que la hacen real. Al fin y al cabo, las cosas nunca son de una manera o de otra; sólo son como nos las contamos. Somos en función de nuestro interlocutor.
Pero... ¿a quién contamos nuestra historia? ¿Quién será capaz de hacer que desenmarañemos la madeja? No siempre nuestra gente más querida es capaz de recibirla. El interlocutor ideal es aquel que teje con nuestro mismo hilo y con él rompe nuestra soledad. Comparte una esencia con nosotros. Se divierte con lo que nos divierte y entiende lo que entendemos. Pero ¿cómo le encontramos? Y más aún, si lo hacemos, si lo encontramos... ¿querrá asumir ese papel?
4 comentarios:
Como bien dices, la palabra redime, también las palabras escritas.
Sigue escribiendo y sanando tu alma, y las de otros, tus interlocutores.
¡Como desees!
¿No era eso lo que gritaba Buttercup a su amor verdadero? :-) Me encanta esa peli. Y el libro, también, lo tengo en una edición preciosa.
Gracias por pasarte por mis intermitencias. Es bonito pensar que hay alguien al otro lado del espejo.
Lo malo de encontrar un interlocutor es que corres el riesgo de empezar a escribir para él, intentando amoldarte a su mirada y olvidándote -un poco. al menos- de expresarte...
Lo malo o lo bueno, no lo tengo claro. Pero que el interlocutor, su presencia, su mirada, su perspectiva, cambia lo que escribes, seguro.
Evidentemente, depende, no todo el mundo está dispuesto a asumir tanta responsabilidad, pero, generalmente, hay quien acepta, buenos escuchadores, dispuestos a estar cuando toca. La pregunta muchas veces es al revés.. ¿Y tú, y yo, vamos a estar cuando el otro nos necesite?
Besitos
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