A veces el viento arrasa mi pequeño pueblo. Golpea las paredes en las que me refugio, confunde mis pensamientos. Salgo al balcón y contemplo las luces a lo lejos, el campanario cercano que mi abuelo me pidió que nunca perdiera de vista y el viejo perfil de las casas que conozco de memoria. Me he criado en este pueblo y nunca he sido de aquí; siempre perdida en mis sueños, en mis libros, en mi soledad. De noche, luces mortecinas pintan de un naranja apagado las calles tranquilas y vacías. Siempre me parecieron tristes. Nunca dejaré de ser de aquí.
Pasa un gato.
Mi pequeño pueblo a veces despierta en mí una ligera ternura. Otras no ha sido más que el agujero del que he deseado salir a toda costa. Pero en noches como esta siento el viento que nos agita, el viento que nos arrastra. Cuando no encuentro asidero me zarandea. Mi cuerpo se golpea contra las paredes de la memoria, lo que he olvidado y lo que deseo olvidar. Pero si anclo los pies en la tierra, levanto mi rostro y me mantengo firme, sé que el viento no me hará mover ni un milímetro. Siento su fuerza en mí, la vida que recorre nuestras venas, el futuro que a cada hora abordamos. La vida que pasa y no volverá.
Iaia, hui te trobe a faltar.
1 comentario:
Siempre hay un lugar al que pertenecemos, aunque a veces hayamos huído de él...
Yo ahora ansío poder volver a mi Casa, de donde en su momento quise huir. Pero ya es hora de volver...
Besitos guapa
PD: Soy Esther como siempre, pero cambié ligeramente mi nick por coincidencias con otra bloggera ;-P
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