martes, septiembre 12, 2006

El miedo.

Una mañana, nos regalaron un conejo de Indias. Llegó a casa enjaulado. Al mediodía, le abrí la puerta de la jaula. Volví a casa al anochecer y lo encontré tal y como lo había dejado: jaula adentro, pegado a los barrotes, temblando del susto de la libertad.

El libro de los abrazos
Eduardo Galeano

Tenía su nombre siempre en la boca. Sentía sus efectos en mí. Hablaba y le acusaba de mi parálisis, pero jamás he sido tan consciente de su poder como ahora cuando he visto lo que es capaz de hacer sobre los otros. Ahora que le he mirado a los ojos entiendo mejor lo que me ha hecho a mí.

¿Cómo puede dejar de intentarse por el miedo a fracasar? Absurdo, ¿verdad?, pues es lo que he estado haciendo desde hace tanto que ni me acuerdo. Si un exámen me angustiaba decidía no presentarme e inmediatamente me sentía mejor. Me negaba a intentarlo, prefería asumir mi fracaso desde el principio para no sufrir después. Quise ser escritora, pero tenía pánico a ser mala. Ante ello, ¿qué mejor que no escribir?

Tener miedo a nuestros propios deseos es mucho más común de lo que pueda parecer. Los psicoanalistas dicen que el deseo suele ser vivido como peligroso. Tememos lo que deseamos. Quizás por la incertidumbre de nuestros deseos, son extraños a nosotros mismos. ¿El miedo a la libertad? Y aquí me reencuentro con mi pequeño y su Historia Interminable: ¿olvidáis lo que hay escrito en el Auryn? "Haz lo que desees", y el dulce Bastián es el encargado de mostrarnos que el camino de nuestros deseos es más doloroso de lo que jamás pudimos pensar.

Y si nuestra libertad ya es peligrosa, por inciertos y desconocidos nuestros deseos, ¿cuánto más miedo habremos de tener a la libertad del otro? Otra mente que no es la nuestra, la mente amada, soñando, deseando, en los subterráneos de su alma, allá donde nosotros no somos capaces de llegar. Allá donde nos aterra llegar.

Quizás, por eso mismo, a veces el mismo sexo nos da miedo si nos acercamos a sus límites. Pero esa es otra historia y será contada en otra ocasión.

6 comentarios:

Esther Hhhh dijo...

¿Sabes que te digo? Que paso de tener miedo, hace años que paso de mis miedos, quitando los que me asaltan de noche. Miro a las cosas de frente, a los ojos, saco mi espada y mi arco y las venzo. Soy una guerrera y me gusta. No hay miedo. Y en mi vida hace años que no queda rastros de "Y si hubiera hecho tal o si hubiera hecho cual" ya no dejo nada por hacer, cuando deseo algo voy a por mi deseo, hasta donde llegue, si me derriban, sé que tengo la fuerza para levantarme. Y lo más importante, Ya no me puedo arrepentir de lo que no he hecho, y de lo que hago no me arrepiento porque es lo que deseo en cada momento y algo aprendo. Soy una guerrera, y pienso seguir espada en mano hasta que alguien me consiga vencer, a ver quien es el valiente o la valiente...
Besitos

Enttropia dijo...

¡Esa es mi chica! !Somos hermanas amazonas¡

Esther Hhhh dijo...

Pues ya sabes, a por los caballos y a la batalla que el enemigo es cobarde, muy cobarde, te lo digo yo.
Besitos

Anónimo dijo...

El cuento de Galeano es lo que se llama "Síndrome de impotencia aprendida". Las pruebas se hicieron con perros y corrientes electricas al azar. El animal aprendió que nada de lo hacía le evitaba una descarga. Dejó de moverse.

Ocurre lo mismo con los humanos. Podemos llegar a hcer creer a alguien que no puede hacer nada: relación de maltrato, dictadura...
No irá a por la salida aunque se la muestres, ya no.

Enttropia dijo...

Háblame. ¿De veras crees que dejará de buscar una salida?

Háblame, deja un nombre, dame una esperanza...

¿de veras crees que a fuerza de golpes dejaremos de intentarlo?

Anónimo dijo...

El miedo es un aliado
nos mantiene alerta
es el pànico el que nos bloquea
haciendonos incapaces