Edward Burne Jones 1891
Debí leerlo en algún sitio y sin darme cuenta hice mi propia adaptación. Es una de esas teorías absurdas que parecen sacadas de un libro de autoayuda; sin embargo esta se me quedó grabada por alguna razón. Se supone que la felicidad de una persona se sostiene sobre cinco pilares. Por supuesto no todo el mundo puede contar con los cinco, eso sería un edificio vital asentado de manera extraordinaria. La mayoría hemos de conformarnos con menos.
Los pilares son cinco: el amor romántico, pareja; amigos; família de sangre; vida profesional y económica; aquellas pequeñas cosas que nos hacen ser como somos y nos llenan de alegría. En mi caso una novela victoriana, una taza de té calentito en invierno, un refugio agradable, mi gatito cuando estaba...
Hay quien limita sus pilares y apoya todo el peso en unos pocos: la pareja y la vida profesional, por ejemplo. Deja la amistad en un segundo plano y medio entierra aquellas aficiones que le daban vidilla. Deja las clases de italiano y no vuelve a bucear o a salir a la montaña. Esto es muy peligroso porque uno se empobrece y además se sitúa en una posición de riesgo. Si pierde el trabajo o la pareja se rompe, la persona se hundirá como una piedra.
Ahora no sé cuantos pilares tengo. El pequeñajo está aquí conmigo, eso es cierto, y sin él no podría hacerlo, me hubiera hundido hace tiempo. De hecho, es probable que ni siquiera me hubiera atrevido a venir a Madrid. Pero no me basta. Aunque sé que están ahí, en Valencia, echo de menos a mis amigos, e incluso a mi família. Echo de menos a los niños. Echo de menos mi trabajo. Me siento sola aquí. Pero todo saldrá bien, lo sé, antes o después encontraré trabajo y con un pilar más todo resultará más sencilo. Mientras tanto, odio que me digan que aproveche el tiempo, que no me queje, que yo valgo mucho, que estoy aquí porque quiero. Añade una vaga sensación de culpa a la mezcla y eso lo detesto. Todo saldrá bien. Pero a veces parece que nunca vaya a levantar cabeza.
Los pilares son cinco: el amor romántico, pareja; amigos; família de sangre; vida profesional y económica; aquellas pequeñas cosas que nos hacen ser como somos y nos llenan de alegría. En mi caso una novela victoriana, una taza de té calentito en invierno, un refugio agradable, mi gatito cuando estaba...
Hay quien limita sus pilares y apoya todo el peso en unos pocos: la pareja y la vida profesional, por ejemplo. Deja la amistad en un segundo plano y medio entierra aquellas aficiones que le daban vidilla. Deja las clases de italiano y no vuelve a bucear o a salir a la montaña. Esto es muy peligroso porque uno se empobrece y además se sitúa en una posición de riesgo. Si pierde el trabajo o la pareja se rompe, la persona se hundirá como una piedra.
Ahora no sé cuantos pilares tengo. El pequeñajo está aquí conmigo, eso es cierto, y sin él no podría hacerlo, me hubiera hundido hace tiempo. De hecho, es probable que ni siquiera me hubiera atrevido a venir a Madrid. Pero no me basta. Aunque sé que están ahí, en Valencia, echo de menos a mis amigos, e incluso a mi família. Echo de menos a los niños. Echo de menos mi trabajo. Me siento sola aquí. Pero todo saldrá bien, lo sé, antes o después encontraré trabajo y con un pilar más todo resultará más sencilo. Mientras tanto, odio que me digan que aproveche el tiempo, que no me queje, que yo valgo mucho, que estoy aquí porque quiero. Añade una vaga sensación de culpa a la mezcla y eso lo detesto. Todo saldrá bien. Pero a veces parece que nunca vaya a levantar cabeza.